Zona azul en Poeta Llorente de la Pobla de Vallbona: el fracaso de una muerte anunciada para el comercio local

                                       












            TICO DE VICENTE.- La Pobla de Vallbona. Corrían los primeros días del mes de julio del año 2020. La sociedad se reponía de un duro confinamiento de más de dos meses, en los que se paralizó toda la economía mundial. Las personas sólo podían salir de casa para realizar las compras imprescindibles para comer. Además, los únicos que podían trabajar eran aquellos cuya profesión estaba considerada como esencial: sanitarios, emergencias y autónomos con una actividad determinada. El resto debía permanecer enclaustrado hasta nueva orden del Gobierno central.

            Se trataba de una medida excepcional tomada para afrontar las consecuencias de un enemigo inesperado: la pandemia de la covid. Los trabajadores y asalariados por cuenta ajena se acogieron a los denominados Ertes (Expedientes Regulación Temporal de Empleo) mientras que los autónomos debían incluirse a las ayudas recogidas en las mutuas. Sin embargo, muchas de esas ayudan no fueron suficientes para determinados casos o familias que debían afrontar las penurias de la parada generalizada de la actividad provocada por la misma pandemia.

            Buena parte de los municipios de la comarca de Camp de Túria complementaron estas ayudas estatales con medidas encaminadas a resarcir esa falta de actividad, especialmente entre autónomos, comercios y microempresas. Se trataba de las denominadas ayudas directas, a fondo perdido, que muchos de esos comercios y actividades similares recibieron como medida compensatoria con la situación tan delicada y peligrosa que se vivía día a día. En ese caso se trataba de ayuntamientos como el de Llíria, Vilamarxant, Riba-roja de Túria, Benaguasil, San Antonio de Benagéber o l’Eliana, entre otros. No importaba el color político del gobierno municipal. Lo importante era diseñar planes de ayuda al que podrían acogerse los citados comercios.

            Sin embargo, el Ayuntamiento de la Pobla de Vallbona fue uno de los escasos de la comarca, especialmente de entre los mayores de 20.000 habitantes, que no diseñó programa alguno respecto de los autónomos y comercios. En su opinión, se trataba de una iniciativa que podría chocar con la legislación vigente en aquel momento –finalmente, no se invalidó ninguna medida al respecto- y, al mismo tiempo, abogaba por las ayudas sociales como las idóneas para ayudar a las personas más necesitadas.

            Paralelamente, el equipo de gobierno formado por una coalición de partidos implantaba el aparcamiento de alta rotación “gratuito” de una dura de duración como factor esencial para el fomento del comercio local. Se trataba de bajarse al teléfono móvil una aplicación gratuita, introducir los datos personales y aparcar en algunas de las plazas previstas. Sin embargo, provocó la desconfianza de los conductores. ¿Por qué? La aplicación solicitaba el número de la tarjeta bancaria y los usuarios se mostraban desconfiados.

            Tras un periodo temporal, el ayuntamiento pasó a gestionar directamente la zona azul meses después de que una empresa privada realizase este cometido. Aparcar durante un máximo de sesenta minutos constituía el reclamo para aventurar el paso incesante de vehículos y, por tanto, de potenciales compradores de los comercios locales, en una calle de largo recorrido que durante años ha ejercido la labor de centro neurálgico.

 

            La puntilla

            La irrupción del comercio electrónico –más intenso y potente desde el confinamiento-, los nuevos usos sociales de los compradores y la proliferación de centros comerciales, supermercado y grandes superficies han sido la puntilla sobre un sector que ya emitía señales de socorro desde hace tiempo. La zona azul, por ende, no ha ejercido ningún papel de revulsivo ni acicate para las compras de la sociedad local. Un paseo en determinados tramos horarios es suficiente para cerciorarse sobre la decadencia que el comercio sufre en esta arteria de la Pobla de Vallbona. Dos años justos después, la zona azul no ha sido la solución. El fracaso de una muerte anunciada que no por esperada ha sido menos impactante.

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