TICO
DE VICENTE. La Pobla de Vallbona.
Forma parte intrínseca del paisaje
rústico de la localidad, pero muy pocos conocen la historia que se esconde tras
las paredes repletas de pintadas y víctimas del saqueo y el vandalismo que
sufre desde hace años. Con más de diez metros de ancho y una profundidad
superior a la treintena, este edificio rectangular se deteriora a pasos
agigantados entre la indiferencia de los transeúntes que, diariamente, pasan
por la puerta principal. Un joven se acerca a la altura de Infopoblano -ataviado con mochila a su espalda y una carpeta en una
mano, mientras escucha música de su celular- procedente de la estación del tren
situada unos metros más allá, en dirección sur. Se detiene, entre incrédulo y
desconfiado, para atender nuestra pregunta sobre el origen y la función de este
edificio. Tras unos instantes de duda, reconoce que ignora cuanto acontece tras
sus paredes. Tiene prisa. Se disculpa por su desconocimiento y continúa el camino
hacia el casco urbano. Tras toda la mañana de estudio en la capital, quiere
llegar pronto a casa. De hecho, es casi la hora de comer y en este carril bici
que cruza por la puerta del recinto no es el único que se acerca. Se nota que es hora punta en esta localización. El bullicio y el trasiego de personas es continuo. Otras dos jóvenes
marchan a paso decidido y ligero en sentido contrario. Quieren llegar rápido a
la estación –es un decir, ya que es poco más que una parada técnica descuidada por
FGV- para llegar al cap i casal. A lo lejos se divisa una silueta del convoy
que se acerca y no quieren perderlo. Tras un breve saludo, dicen que no pueden
pararse, no sin antes poner cara de póker ante nuestra pregunta. Seguramente es
la primera vez en la que reparan sobre la presencia de este inmueble. No hace
falta profundizar. Su desconocimiento confirma la teoría social que se plantea sobre
este gran olvidado del patrimonio municipal.
El inmueble se inserta en el conjunto del paisaje. Está plenamente identificado con la zona, a medio camino entre el casco urbano y el área rural. La puerta de la “cebera” está rota.
De hecho, está arrancada de cuajo. Años atrás fue tapiada pero en el suelo yacen los materiales que se utilizaron. El paso está libre para acceder con toda
comodidad. El interior presenta un estado deteriorado: piedras, ladrillos y
escombros esparcidos por todo el suelo, además de una buena representación de la fauna autóctona. Las hierbas altas y abundantes esconden
muchas partes de su historia que, seguramente, no olvida las ocasiones en las
que algún grupo de personas han echado el “aperitivo” en sus instalaciones,
lejos del bullicio y las miradas indiscretas. Si sus paredes hablasen contarían
la época de esplendor que la cebolla ha supuesto en la trayectoria vital de la
Pobla de Vallbona. Durante años, esta “cebera” almacenaba centenares de kilos
de cebolla recién cogidos de la huerta. Su función era constituir una fuente de
reservas para pasar todo el invierno. Las cebollas eran depositadas en sus
instalaciones, capaz de albergar miles de kilos de este tubérculo en
condiciones óptimas. Su extensión, profunda y cómoda, así lo atestigua. Sin
embargo, la decisión del ayuntamiento -hace varias décadas- de conectar por su fachada toda la red de
conexión de aguas fue crucial para frenar su trabajo. Constituyó, por
desgracia, el principio del fin. Poco a poco, fue perdiendo su razón de ser y
desde hace más de medio siglo se marchita a la velocidad de una planta sin
agua. Su situación geográfica lo situó en pleno meollo del futuro campo de golf
que se proyectó a principios del milenio, como así se explicaba en el plan
general de ordenación urbana (PGOU) del año 2006. Un centro de estudio e interpretación de
la cebolla habría sido una buena opción para la labor de difusión y divulgación de la
importancia económica y social que, durante años, ha supuesto en el desarrollo
de la Pobla de Vallbona algo tan simple pero al tiempo tan rico.
El resto ya es conocido por todos.
El campo de golf se marchó al garete, al mismo ritmo que este edificio continuaba,
a velocidad de crucero, su carrera hacia el olvido, la indiferencia y el
abandono total. De propiedad privada, su futuro depende de la iniciativa del
ayuntamiento por llegar a algún tipo de acuerdo con sus dueños. Sin embargo,
esta “cebera” no es la única existente. La carretera hacia Benaguasil contiene
otra. Su futuro, también, planea entre la incógnita y el olvido, lo que viene a
ser lo mismo.
El acertado articulo nos recuerda que si nuestros mayores dejaron en la desidia una gran parte de nuestro patrimonio histórico, nosotros ahora seguimos erre que erre. Con el sin perdón para nosotros de que nuestros antepasados no tenían un duro para salvar nada, y a nosotros nos sobra el dinero, que gastamos en pitos y flautas que no sabemos pitar ni sonar.
ResponderEliminarEsta Sebera agrícola muestra de nuestro anterior esplendor en el cultivo de las cebollas, se puede restaurar y convertir en taller agrícola. Siempre claro está que nuestros gobernantes tengan amor verdadero a la historia de nuestro pueblo.
So. Andrés Castellano Martí.